Luis G. Urbina

Luis G. Urbina [México, 8-II-1864/Madrid, 18-XI-1934] en España [1916-1934]
                        

   «Pero sí interesan, en cambio, los [papeles] que se han quedado entre los legajos de             nueva Legación en Madrid, hoy depositados según entiendo en la Legación Dominicana»             [Reyes, 1960, p. 278]
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               Libros de Urbina que tengo en mi biblioteca: 

1. El glosario de la vida vulgar. Poesías inéditas de… Madrid, Librería de la viuda de Gregorio Pueyo, col. «Rubén Darío», vol. 1, 1916.

2. Antología romántica [1887-1914]. Barcelona, Araluce Editor, s. a. 

3. La vida literaria de México. Madrid, Sáez Hermanos, 1917. 
La vida literaria de México. La literatura mexicana durante la Guerra de la Independencia [México, Porrúa, 1946]. Edición y prólogo de Antonio Castro Leal. 407 pp. col. «Colección de Escritores Mexicanos».

4. Estampas de viaje. España en los días de la guerra. Madrid, Biblioteca Ariel, 1920.

5. El corazón juglar. Madrid. Editorial Pueyo, s. a. [1920].

6. Psiquis enferma [México, El Libro Francés, 1922]. 247 pp. 

6. Luces de España [Madrid, Marineda, col. «Novela popular», no. 1, 1923] 239 pp. 

7. Retratos líricos. México, Editorial Stylo, col. «Nueva Floresta», no. V, 1946. Prólogo de Balbino Dávalos. Dibujos de Julio Ruelas. 

8. Poesías escogidas de… México, Pax-México, 1969.
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                       BIBLIOGRAFÍA:

                       1. De Urbina:

Versos [1890].

Prólogo a Julián del Casal: Nieve [México, El Intransigente, 1893]. La primera ed. de esta obra fue en La Habana, Imprenta La Moderna, 1892.

Antología del Centenario [México, Impreta de Manuel Sánchez León, 1910]. 

Lámparas en agonía [México, Librería de la Viuda de Ch. Bouret, 1914]

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El cancionero de la noche serena [México, The Author, 1941]. Prólogo de Alfonso Reyes y revisión crítica de Gabriel Alfaro. 

Cuentos vividos y crónicas soñadas [México, Porrúa, 1946]. Edición y prólogo de Antonio Castro leal. XV+335 pp. 

Poesías completas [México, Porrúa, 1946]. Edición y prólogo de Antonio Castro Leal. 2 vols. 337+380 pp. 

Prosa [México, Biblioteca Enciclopédica Popular, no. 97, 1946]. Notas preliminares de Carlos González Peña. IX+95 pp. 

Ecos teatrales (Crítica de teatro) [México, Inst. Nacioinal de Bellas Artes, 1963]. Prólogo, selección, notas y bibliografía de G. Sáez. 257 pp.  

Mañana de sol y otros poemas [México, FCE, 1998]


* 10 poemas a España de poetas mexicanos [México, Ediciones Internacionales, 1950] 57 pp. 

* Octavio Paz: Anthology of Mexican Poetry [Bloomington, Indiana University, 1958] Trad. de Samuel Beckett. Prefacio de C. M. Bowra. 213 pp. 


                       2. Sobre Urbina:

Alfonso Camín: «Los grandes poetas románticos. Luis G. Urbina, el Viejecito» [1927]. 

   Entrevista con un hombre de 63 años que no los aparenta. Camín y Urbina habían                 coincidido en La Habana hacia 1915, antes de que Urbina se embarcase para España y             contactara con Cervantes. 

Carlos González Peña: Gente mía (Salado Alvarez, Luis G. Urbina, Luis González Obregón, Federico de Gamboa, R. López Velarde) [México, Stylo, 1946]. 254 pp. 

Alfonso Reyes: «Recordación de Urbina» en Luis G. Urbina: Cancionero de la noche serena [México, Imprenta Universitaria, 1941]. Recogido en Obras Completas [México, FCE, t. XII, 1960, 271-278].

   Es el prólogo al libro de Urbina. 

María del Socorro López Villariño: Luis G., Urbina: el poeta y el prosista [México, Metáfora, 1956]. 

José Luis Martínez: El ensayo mexicano moderno [México, FCE, 1958]. 498 pp. Selección, introducción y notas de…

Gerardo Sáenz: Luis G. Urbina, vida y obras [México, De Andrea, col. «Stvdium», no. 31, 1961].

Gerardo Sáenz: Luis G. Urbina: sus versos [Miami, Eds. Universal, 1975]. 114 pp. 

Número dedicado a Vicente Huidobro de la revista Poesía. 

En México de mis recuerdos [película dirigida por Juan Bustillo Oro, 1943] una comedia musical, Ricardo Mutio interpreta su personaje [también salen Amado Nervo o Porfirio Díaz]


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El corazón juglar [Madrid. Editorial Pueyo, s. a. pero 1920] es una especie de diario poético. Toda la obra de Urbina es una especie de diario poético porque fecha sus poemas. Son tiempos de viajes, de tribulaciones, de melancolía por el amor perdido. 
[1915-1919]

1915            La Habana, a donde se expatrió desde México. Vive de escribir en los                         periódicos y de clases particulares. 

1916            Madrid. En C/ Pez [4o. piso].
Septiembre 1916    Toledo
Septiembre 1916    Segovia
Octubre 1916        Madrid. Cansado. 

Abril 1917            Sale de Cádiz a bordo del «Infanta Isabel» rumbo a América. Encuentra a                 Sor Melancolía. Poema de viaje, diario lírico de travesía. 

[Del 26 de abril al 2 de agosto de 1917 estuvo en Buenos Aires en misión oficial]

Noviembre 1917    Madrid

Junio 1918        Buenos Aires.
Julio 1918            México. Ve a un antiguo amor. 
9 agosto 1918        En el Atlántico. 
Septiembre 1918    Fuenterrabia. Hondo pesar. 
Septiembre 1918    San Sebastián. Ve una luz en su melancolía. 
Diciembre 1918        Madrid
30 diciembre 1918    Madrid. Plaza de Santa Ana. 

25 enero 1919        Madrid. Una castañera. 
Enero 1919        Madrid. Paseo del Prado. Frío. Echa de menos el sol. 
8 febrero 1919        Madrid
Febrero 1919        Madrid. Parque del Oeste. Un pino amigo. 
Febrero 1919        Avila. Lee en la noche. 
Mayo 1919        Madrid. 
Julio 1919            Buenos Aires. Cita amorosa, renace el corazón. 

La España de Urbina, en la que se siente desterrado, es la España de los clásicos y del Siglo de Oro y sus ciudades tradicionales. Su Madrid, por otra parte, es costumbrista, en la línea de los cartones de Alfonso Reyes.

5 julio 1918/10 junio 1920        Adscrito a la legación Mexicana en Madrid. 
pp. 1921            Viaje por Italia
Pasa a México como Secretario del Museo Nacional de Arqueología, Etnografía e Historia. 

marzo 1924        Firma -junto a otros 117 escritores en castellano- el «Mensaje de elogio                     y defensa de la lengua catalana» dirigido a Primo de Rivera. 

1 enero 1926        Madrid. Encargado de la Comisión «Del Paso y Troncoso».
               Habita en c/ Freg [¡no será la calle del Pez] no. 18, Vanta del Espíritu                         Santo. 

18 noviembre 1934    Muere en madrid.
11 diciembre 1934    Su cadáver llega a Verácruz.
               Es enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres. 
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COLABORACIONES EN «CERVANTES». 

* «Cervantes», Primera etapa, 1, agosto 1916, 78-91. (Final: «Abril, 23 de1916»).
    
* L. G. U., «Bibliografía», Primera etapa, 1, agosto 1916, 198-199.   Eduardo Colín, La vida intacta (1904-1913), Madrid, 1916. 

* «Juguetes y tristezas. Un cuento de Navidad», Primera etapa, 2, septiembre 1916 56-67.  
   
* «La última visita. Don José Echegaray», Primera etapa, 3, octubre 1916, 33-52.
   
* L. G. U., «Bibliografía», Primera etapa, 3, octubre 1916, 205-207. 
Luis Castillo Ledón, Lo que miro y lo que siento, Madrid, 1916. 
Isidro Fabela, La tristeza del amo, Madrid, 1916.
   
* «El amor y el deber», Primera etapa, 4, noviembre 1916, 40-48.
   
* «Bibliografía», Primera etapa, 4, noviembre 1916, 196-204. 
[Laureano Vallenilla Lanz], El libertador juzgado por los miopes, Caracas, Imprenta Nacional. 
Jesús Semprún, El estudio del castellano, Caracas, Tipografía Americana. 
E. Montiel Ballesteros, Emoción, Montevideo. 
Andrés de la Rosa, Discursos, Caracas. 
Federico Uhrbach, Resurrección, Habana, 1916. 
Marcelino Dávalos, Carne de cañón, Méjico, 1916.
Pedro Henríquez Ureña, El nacimiento de Dionysos, Nueva York, 1916. 
   
* «La muerte en el crimen y la muerte en la ley», Primera etapa, 5, diciembre 1916, 38-46. (Principio: «Agosto de 1915»).
   
* «Notas de viaje», Primera etapa, 6, enero 1917, 161-170. 
I «Una página de novela. El suicidio de Felipe Trigo». II «El Madrid del género chico. Verbenas y tradiciones». III «Mendigos y guitarras».
   
* «Notas de viaje», Primera etapa, 7, febrero 1917, 55-73. I «Una noche toledana». II «Sol de Castilla». 
   
* «Impresiones sobre dos poetas», Primera etapa,  8, marzo 1917, 12-30. I «Rubén Darío». II «Amado Nervo». 
   
* «El primer beso», Primera etapa, 14, septiembre 1917, 168-169.
   
* «Divagaciones», Segunda etapa, 26, marzo 1919, 77-80.


Entradas en las que se habla del autor

* CAMÍN, ALFONSO, «Poetas latinoamericanos». «Luis G. Urbina», Primera etapa, 6, enero 1917, 77-81. (Final: «Madrid, octubre de 1916»).

* DOMÍNGUEZ, LUIS LEÓN, «Urbina», Primera etapa, 7, febrero 1917, 169-180.

* [VARIOS AUTORES], «Nuestro director, Luis G. Urbina, en Buenos Aires», Primera etapa, 13, agosto 1917, 1-20.
   
   * VISILLAC, FÉLIX B., «Una visita a Luis G. Urbina», 1-4.     (Final: «De la     revista Mirian»).
   * BRAUD, «Huésped ilustre: el poeta Luis G. Urbina», 4-13.     (Final: «De La     Revista»). 
   * [SIN FIRMA], «En honor del poeta Urbina. El acto de     anoche», 13-20. (Final: «De La Nación»).

* ARROYO, CÉSAR E., «Modernos poetas mexicanos», Segunda etapa, 18, julio 1918, 77-83. «Luis G. Urbina».  

* AMÉRICUS, «Notas hispanoamericanas», Segunda etapa, 19, agosto 1918, 156-158. «Luis G. Urbina».  

* AMÉRICUS, «Notas hispanoamericanas», Segunda etapa, 23, diciembre 1918, 150-152. «Juventud Hispanoamericana».  
   
* «Prestigios de América. Nuevo juicio crítico sobre Urbina», Segunda etapa, 33, octubre 1919, 99-106. (Final: «Bogotá, julio de 1919»).

* ARROYO, CÉSAR E., «Del momento literario. Letras americanas (Libros últimamente publicados y recibidos)», Segunda etapa, 39, abril 1920, 109-113.
Luis G. Urbina, Estampas de viaje (España en los días de la guerra), [Madrid], Biblioteca Ariel, [1920].



           
                       VIDA Y OBRA

En su semblanza de Urbina (julio 1918), César E. Arroyo aporta algunos datos biográficos:

   «Luis G. Urbina nació en la ciudad de México, en 1868. Poeta y literato por espíritu, por             vocación, por temperamento, no ha dejado de producir versos, crónicas, cuentos, críticas,         estudios, desde que, adolescente, se dio a conocer en Revista Azul de Gutiérrez Nájera,             su padre espiritual, cuya obra de belleza y de emoción ha continuado y continúa, al través         de los años, imprimiéndole, eso sí, el sello de su propia personalidad. Ha hecho una gran 
   labor periodística en diarios y revistas, llegando a adquirir, dentro y fuera de su país,             reputación de verdadera autoridad. Si ha desempeñado cargos públicos, siempre han             guardado éstos afinidades con sus aficiones e índole de su espíritu. Así, ha sido                 catedrático de Literatura y Bibliotecario nacional, Subsecretario de Instrucción Pública             durante el ministerio de su viejo y amado maestro, D. Justo Sierra, al que había llegado a             sustituir en más de una ocasión».

En las páginas de CERVANTES contamos con varias descripciones de Luis Gonzaga Urbina. El periodista argentino Braud -en la entrevista «Huésped ilustre: el poeta Luis G. Urbina» (agosto 1917)- dice:

   «Pequeño de estatura, piel trigueña, rasgos fisonómicos de segura procedencia aborigen, recuerda un poco, en esto último sobre todo, y en las particularidades de la dicción, a Rubén Darío. Cuando habla sonríe en una forma comunicativa y cordial… […]
   Habla con cierta exuberancia de imágenes, lo que no obsta a dar la impresión de una gran     espontaneidad». 

Félix B. Visillac -en «Una visita a Luis G. Urbina» (agosto 1917)- se fija en su «sonrisa benévola» y su «mano pequeña». Y añade:

   «Urbina es un hombre de unos cuarenta años, bajo, con el color de los americanos del trópico, de fácil expresión, de ojos obscuros y vivaces, que revelan un temperamento emocionable y observador».

César E. Arroyo (julio 1918) apunta:

   «[En 1916 era] un hombre como de unos cincuenta años, de baja estatura, más bien grueso que flaco, la color morena; una gran melena en bucles negros coronaba sus testa leonina; la frente era ancha y     abombada, los ojos pequeños, obscuros y vivísimos; la nariz, ancha, un bigotillo ralo sombreaba sus labios; vestía pulcramente, y sus manos eran finas y muy cuidadas».

Y para Eduardo Colín (octubre 1919):

   «Urbina es más bien grueso, bajo, de tez obscura, de ancho rostro con rizos rebeldes y             boca sensual, con un aire de Alejandro Dumas padre».

De él ha escrito Alfonso Reyes (1941, 272): 
   
   «La figura del Viejecito se me representa siempre envuelta en la capa española y con aquel sombrero faldón que acentuaba la pequeñez de su talla». 

Luis G. Urbina, conocido entre sus colegas como «el Viejecito», fue uno de los tres primeros directores-fundadores de CERVANTES. Dice Arroyo (julio 1918):

   «Villaespesa fundó con él esta revista (que dirigieron ambos en su primera época, de la cual es     
   resurrección y palingenesia esta segunda y esperamos que más próspera y fructífera etapa), en el verano de 1916, y desde entonces venimos todos trabajando en ella».

Su vinculación a CERVANTES no pasa, como la de Villaespesa, de su primera época. Antes de venir a España le precedía una importante y dilatada actividad en México. La resume Braud (agosto 1917):

   «Fue director de El mundo ilustrado, el mejor periódico de arte de su tiempo; fue redactor de la famosa Revista Azul, que dirigiera Manuel Gutiérrez Nájera, y de la Revista Moderna, que fundaron Jesús     Valenzuela y el gran orador y publicista Jesús Irueta. Fue redactor de El Imparcial, diario mejicano de la época del general Porfirio Díaz; ha sido profesor de literatura de la Escuela Nacional Preparatoria de la capital de Méjico, y en fin, director de la Biblioteca Nacional y miembro del Consejo General de Educación y del Ateneo de su país. Ha escrito en prosa dos libros de singular interés: Bajo el sol y frente al mar y una Antología del centenario de Méjico».

Uno de los acontecimientos más importantes de su vida artística fue la lectura de Azul… [1888] cuando tenía veinte años. Como cuenta en «Impresiones sobre dos poetas» (marzo 1917), fue Gutiérrez Nájera quien entró leyendo el poemario en la redacción del periódico en que trabajaba:  

   «En una redacción de periódico, al caer de la tarde nos dábamos cita dos o tres amigos para charlar de literatura, de arte, de mujeres bonitas y del último escándalo social […] Los muchachos de aquella época -¡ha llovido desde entonces!- teníamos en Méjico un fervor casi frenéticio por las letras […] Veinticinco años han pasado ya. Vivía Julián del Casal […].
   Manuel Gutiérrez Nájera, rodeado de tres o cuatro amigos, andaba y al mismo tiempo leía un volumen abierto delante de sus ojos […].
    Al concluir la lectura, en el gris verde de los ojos de Gutiérrez Nájera resplandecía el contento. De ahí en adelante no nos separamos hasta haber paladeado la última gota del vaso de poesía, al cual acercamos las bocas sitibundas. No sentimos correr las horas. Nos despedimos a media noche. Mis pensamientos seguían batiedo jubilosamente las alas. Presentían el salto del sol en los pálidos carmines del Oriente. Un libro y un poeta me anunciaban un día. El libro evocaba la visión del cielo: se llamaba Azul».

Para Braud (agosto 1917) Urbina representa el «predominio del sentimiento sobre la idea»:

   «[Es] el intérprete más autóctono de la sensibilidad simple y sana de su pueblo, ha cruzado por todas las modas literarias de los últimos tiempos sin perder su tono personal y sencillo».
   

           
                   URBINA EN ESPAÑA [1916-1934]

Urbina llegó a España desde La Habana, donde aún se encontarba en septiembre de 1915 [Martínez House: Prado esquina a Virtudes. La Habana]. Desde esa dirección se cartea en Madrid con Amado Nervo y manda saludos para Alfonso Reyes. Urbina llega a España a principios de 1916, como recuerda en el prólogo a Estampas de viaje. España en los días de la guerra [Madrid, Biblioteca Ariel, 1920]:

   «Al comenzar el año 1916 pisé, por primera vez, tierra española.
   Desde la orilla del Mediterráneo, todo yo me volví ojos para ver y corazón para sentir.
   Vine como redactor corresposal de El Heraldo de Cuba y para ese periódico escribí mis             impresiones de viaje. Las escribí poniendo en ellas amorosa sinceridad».

En el «Antonio López» escribió «La vida a bordo», una sección completa de su poemario El glosario de la vida vulgar (Madrid, Pueyo, 1916). Tras escalas en Nueva York y Cádiz, entró en España por Barcelona, donde pasó varias semanas antes de trasladarse a Madrid. El 23 de abril de 1916 fecha su artículo «Cervantes». En Barcelona publicaría quizá por esas fechas su Antología romántica (1887-1914) [Barcelona, Araluce Editor, s. a.]. En mayo de 1916 estaba alojado en el Hotel Ranzini de Barcelona [Paseo Colón, 22] y empezaba a preparar su traslado a Madrid. Nervo se pone en contacto con Francisco Orozco Muñoz (28 de mayo de 1916):

   «Cuánto le agradeceré que escriba inmediatamente una carta a Luis G. Urbina, Hotel             Ranzini, Paseo de Colón, 22. Barcelona, diciéndole qué pensiones baratas puede elegir,             pues viene a Madrid en estos días.
   Las que yo conozco me temo que no le convengan.
   1. 000. 000 de gracias».

El 31 de mayo fecha Urbina en Barcelona el soneto «Envío al poeta Nervo». El 25 de junio de 1916 fecha Amado Nervo el soneto «Un gran poeta», que servirá de prólogo a El glosario de la vida vulgar [1916]. Urbina llega a Madrid el 11 de julio de 1916 y se aloja en la Pensión del Rhin -quizá una de las que le recomendó Fco. Orozco. Nervo se lo comunica a su joven amigo (carta de 13 de julio de 1916):

   «El viejecito Urbina llegó antes de anoche. Está en la Pensión del Rhin, calle de Sevilla y             Carrera de San Jerónimo. Me ha preguntado por usted y por Carlos [Pereyra]. Le he                 hablado bien de usted: ¿he hecho mal? Estará encantado de verle. Viene casi millonario,             porque se gana en Cuba más de cien duros, lo que me imagino debe ser cerca de un millón     de «bilimbiques»».

Nervo le escribe a Orozco (17 julio 1916) para que le ponga unas inyecciones al «viejecito»:

   «Voy a darle ocasión de que ejercite una vez más su bondad franciscana en algo que lo             merece. Luis Urbina necesita que le pongan unas inyecciones hipodérmicas de ampoyas             reconstituyentes, y el médico le cobra cinco pesetas por ponerle cada inyección. ¿Quiere         usted ponérselas. En ese caso, vaya a verlo a la pensión del Rhin y ofrézcale sus                 servicios».

Urbina entró inmediatamente en contacto con el mundillo literario de Madrid. Según Arroyo (julio 1918):

   «Urbina llegó, vio y venció en Madrid. Toda la intelectualidad hispana, que ya le conocía y     admiraba de antiguo, le rodeó y supo aquilatar sus excepcionales dotes y sus bellísimas prendas. Pronto fue popular el viejecito, como se le llama en Méjico y continuó llamándosele en España».

Algunos de sus primeros conocimientos fueron Manuel Machado, al que dedica «En el fondo de un viejo parque» (de El glosario… y fechado en julio de 1916) y Francisco Villaespesa, al que dedica  «Vespertina. En los barrios bajos» (de El glosario… y fechado en agosto de 1916). Con Villaespesa se hace cargo de inmediato del proyecto de fundar una revista mensual iberoamericana: CERVANTES. Un domingo de agosto de 1916 visita, en compañía de Francisco A. de Icaza, a don José Echegaray. La entrevista la cuenta en «La última visita. Don José Echegaray» (octubre 1916). Y se desplaza a la casa de Felipe Trigo el día de su suicidio [3 de septiembre de 1916]. De nuevo Arroyo (julio 1918):

   «En varias ocasiones memorables nos encontramos también reunidos: con él y con                 Villaespesa fuimos a la casa de Felipe Trigo, el día en que se suicidó el famoso novelista». 

Al poco de llegar a Madrid, Carlos Pereyra lo había presentado en el Centro de Cultura Hispanoamericana. Allí lo conoció César E. Arroyo (julio 1918), que confunde ligeramente el mes:

   «El que traza esta galería tuvo el honor de conocer y tratar, muy de cerca aquí, en Madrid,         a Luis G. Urbina. La primera vez que le vimos fue en el Centro de Cultura     
   Hispanoamericana. Celebrábamos sesión una tarde de mayo del año antepasado [1916],             cuando el notable publicista mexicano, D. Carlos Pereyra, llegó acompañado de un hombre     como de unos cincuenta años, de baja estatura, más bien grueso que flaco, la color                 morena; una gran melena en bucles negros coronaba sus testa leonina; la frente era ancha     y abombada, los ojos pequeños, obscuros y vivísimos; la nariz, ancha, un bigotillo ralo             sombreaba sus labios; vestía pulcramente, y sus manos eran finas y muy cuidadas.
   – Tengo el gusto de presentar en este Centro a mi ilustre compatriota, el señor D. Luis             Gonzaga Urbina, dijo D. Carlos Pereyra, señalando a la persona que le acompañaba.             Inmediatamente todos nos levantamos y dimos la bienvenida al huésped insigne, gloria no     sólo de su patria, sino de la raza.
   Desde entonces, nuestra amistad con Urbina fue sincera y afectuosa».

Tras instalarse en una vivienda de la calle del Pez, se sumerge en la vida literaria madrileña:
    
   «Observador curioso y atento de la realidad circundante, Urbina escogió, para su vivienda, el riñón mismo de Madrid, yéndose a habitar en un cuarto con balcón, en la vieja calle del Pez, una rúa muy alborotada y típica, en un barrio de estudiantes y menestrales. Allí le íbamos a visitar con mucha frecuencia,     recreándonos con su charla deliciosa, provechosa, llena de la ciencia de la vida y de los libros. Muchas noches de luna y de ensueño vagamos juntos por las intrincadas calles de esta Villa y Corte; y era de ver cómo florecía en poesía y en amor esa alma de privilegio y de selección».

El 9 de diciembre de 1916 Urbina, Nervo y Arroyo acuden a la conferencia propagandista que Maurice Maeterlick pronuncia en el Ateneo de Madrid ante un auditorio selecto y entregado. Lo leemos en la crónica escrita por el propio Arroyo, «Al margen de la epopeya. Maeterlinck en España» (junio 1917):  

   «Esta noche, el gran salón de actos del Ateneo de Madrid está como nunca. Jamás, en años de concurrir asiduamente, lo hemos visto tan desbordante y esplendoroso.
   Toda la intelectualidad española está aquí. Para dominarlo todo, hemos elegido, en compañía de Luis G. Urbina y Amado Nervo, asinetos al extremo de la galería alta que semirodea el hemiciclo».

De su actividad literaria en esos meses ha escrito Arroyo (julio 1918):

   «Mucho, muchísimo trabajaba aquí, con el enorme éxito que era de esperarse. Publicó, en poquísimo tiempo, varios tomos: Bajo el sol y frente al mar (crónicas), El glosario de la vida vulgar (versos), Antología romántica (versos), La literatura del siglo XIX en México (historia literaria)».

Alfonso Camín -en un texto escrito en octubre de 1916: «Luis G. Urbina» (enero 1917)- da noticia de la próxima publicación de un nuevo libro de Urbina:

   «Pronto publicará otro tomo de poesías inéditas; un puñado de rosas sencillas, empapadas en una filosofía amarga, que intitulará De la vida vulgar, y donde ha logrado poner en las cosas más fútiles una llovizna de oro y un jirón de azul».

En efecto, en noviembre de 1916 publica El glosario de la vida vulgar. Poesías inéditas [Madrid, Pueyo, Colección Rubén Darío, vol. 1, 1916], con prólogo de Amado Nervo. El colofón dice: 

   «Acabóse de imprimir este libro en Madrid, en el establecimiento tipográfico de M. García y G. Sáez, el día IX de noviembre de MCMXVI». 

Camín reproduce en su artículo un poema del nuevo libro: «Mariposa de harapos, ¿en qué flores». Y Braud dice de él (agosto 1917):

   «Glosario de la vida vulgar, que no es desde luego su mejor libro, ha sido el más difundido     y elogiado en su época. Valen más, sin duda, sus Lámparas de agonia y la «Vieja lágrima», donde no se sabe qué admirar más, si la ternura del sentimiento o la serena nitidez de la forma espontánea y libre de toda afectación».

Sorprende, a la vista de esta actividad, que Urbina no publicara poemas en CERVANTES. En abril de 1917 Urbina toma el barco a Buenos Aires [cf. más adelante]. Arroyo (julio 1918):

   «Pocos días antes de que nosotros dejáramos España, Urbina partió a la Argentina, a donde se le invitó con el objeto de que diera en Buenos Aires un curso breve de literatura mexicana. Terminado este curso que, como no podía menos de esperarse, fue un espléndido triunfo para el maestro, volvió a Madrid, y de aquí regresó a su México natal, en donde se encuentra actualmente».

De modo que, tras volver a España en agosto e incorporarse al cuerpo diplomático mexicano en Madrid, regresa a México por breve espacio en 1918. No tardará en volver a España ese mismo año y ya con carácter definitivo. Cf. Américus, «Muerte de un ilustre poeta. Tres nuevos académicos mexicanos» («Notas hispano-americanas», marzo 1919). Y, sobre todo, una nota anterior de Américus (agosto 1918):

   «Investido del cargo de primer secretario de la Legación de México ante el Gobierno de S. M. el Rey de España, acaba de llegar a esta corte, D. Luis G. Urbina. El insigne poeta y escritor, maestro glorioso de una generación, viene a Madrid como a su propia casa. Aquí vivió y trabajó hasta hace poco tiempo en que se ausentó a su patria, de la cual retorna ahora, vistiendo, por un acierto insdiscutible de su gobierno, el honroso y brillante uniforme de diplomático. Vibra aún en nuestro espíritu la honda emoción producida por libros tan cautivantes como Bajo el sol y frente al mar, Antología romántica, Glosario de la vida vulgar y otros, dados aquí a la estampa por el inspirado autor de Puestas de sol y Lámparas en agonía. Estas obras son, por sí mismas, el mejor elogio de tan elevada personalidad que, por otra parte, ha sido estudiada, en diversas fases y en estas mismas páginas, por varios escritores. Sin ir más lejos, en el número anterior de CERVANTES, nuestro compañero César E. Arroyo trazaba la silueta de Urbina, colocándola en el lugar preferente que le corresponde en la «Galería de modernos poetas mexicanos».
   Ligado de manera especial a esta revista que él fundó y dirigió, en unión de D. Francisco Villaespesa, el poeta Luis G. Urbina continuará, así lo esperamos, avalorando estas páginas con sus producciones, que son un dechado de hondo sentir, de alto pensar, de bien hablar.
   Felicitémonos, pues, por ello y porque el ilustre poeta y diplomático ha de continuar, en su nuevo cargo, la labor de aquel otro gran poeta y diplomático también, Amado Nervo, a quien dedicamos aquí un recuerdo fervoroso; labor de unión y de fraternidad que ha de redundar en beneficio, no sólo de España y México, sino de Hispano-América.
   Bien venido sea el amigo, el maestro, el Viejecito bueno y genial».

Desde la Legación de México en Madrid impulsa Urbina una Lírica mexicana. Antología de la Fiesta de la Raza [Madrid, 1919], que prepara con ayuda de Alfonso Reyes. Otros libros que publica por entonces son: Estampas de viaje. España en los días de la guerra [1920] y Luces de España [Madrid, Pueyo, 1923]. 

En el otoño de 1918 se integra en la Junta directiva de la «Juventud Hispanoamericana» (Américus, diciembre 1918).

   «Se acordó ampliar la Junta directiva con los señores Reyes (D. Alfonso), Ghiraldo, Urbina, Hernández Catá y nuestro director, don Andrés González Blanco».

Y en 1919 ingresa en la Academia Mexicana de la Lengua, poco después del fallecido Pagaza y un poco antes de Amado Nervo (Américus, «Muerte de un ilustre poeta. Tres nuevos académicos mexicanos», marzo 1919).  

Urbina pasó en nuestro país los últimos quince años de su vida, al parecer no siempre con mucho desahogo económico -«llevaba con sabiduría su mala fortuna [a principios de los años 20]» (Reyes, 1941, 277)- y se mudó a una casita en las Ventas. Alfonso Reyes lo ha retratado como un gran amante de los animales, a los que recogía en su casa. Su último libro lleva por título Los últimos pájaros [1924]. Desde finales de los años veinte vive en Sevilla [con domicilio en la calle de Lagar] haciendo labores de erudito en el Archivo de Indias (Ory, 1936, 407):

   «Ultimamente ha realizado trabajos de investigación muy importantes en el Archivo de Indias, de Sevilla». 

Aislado, pobre y olvidado de todos, Urbina muere en Madrid en noviembre de 1934. Su amigo Francisco Orozco Muñoz publicará sus poemas póstumos en El cancionero de la noche serena [1941].

           
         
           URBINA EN BUENOS AIRES [ABRIL-JULIO 1917]

Urbina sale de España con dirección a Buenos Aires a principios de abril de 1917 [el barco de la compañía trasatlántica salía de Barcelona el día 4, de Málaga el día 5 y de Cádiz el día 7]. Arroyo (julio 1918) explica las razones del viaje:

   «Pocos días antes de que nosotros dejáramos España, Urbina partió a la Argentina, a             donde se le invitó con el objeto de que diera en Buenos Aires un curso breve de literatura         mexicana. Terminado este curso que, como no podía menos de esperarse, fue un                 espléndido triunfo para el maestro, volvió a Madrid, y de aquí regresó a su México natal, en     donde se encuentra actualmente».

En efecto, en junio [1917] tuvo la oportunidad de dictar un «curso sintético de Literatura mexicana» en cinco lecciones a los alumnos de la la Universidad de Buenos Aires. Las conferencias -basadas en el prólogo a la Antología del Centenario (1910), del siglo XVI a la actualidad- las publicó nada más volver a España, en septiembre: La vida literaria en México [Madrid, Imprenta Sáez Hermanos, 1917].  

Pero el viaje de Urbina a Buenos Aires debe de considerarse también como parte del programa diseñado por el aparato de propaganda del régimen constitucionalista mexicano. Así parece deducirse de las palabras de una tal Noré -en «Noré…» (junio 1917) de M. Suárez Díaz «Fray Lind»: 

   «Aquello [la revolución mexicana] se arregló satisfactoriamente -dijo-. Y es necesario que aquí, en Europa, lo sepan, porque nuestros hermanos del Centro y Sur América ya lo saben. Allá están Fabela, Jurado, Urbina y Freyman».

Además, Goy de Silva -en «La obra de Venustiano Carranza» (mayo 1917)- cita a Urbina entre los publicistas mexicanos del nuevo régimen de Carranza:  

   «…, los poetas de México, en torno a un caudillo heroico, hicieron la obra redentora de la Revolución.
   Hasta el corazón de Europa llegó la voz conmovida y viril de los nuevos bardos, encontrando en nosotros los más vivos ecos de simpatía; Amado Nervo, Urbina y tantos otros, ¿qué han sido sino paladines, mensajeros y heraldos de los ideales de su patria?». 

Goy dedica a Urbina su «poesía novecentista» (septiembre 1917) «El mar»: «A Luis G. Urbina, guardafaro en el mar de ideas y armonías».

En Buenos Aires recibió un homenaje en el Ateneo Hispano-Americano, del que da cuenta un recorte de prensa sin firma tomado de La Nación (agosto 1917):  

   «En el Ateneo Hispano-Americano se efectuó anoche la recepción organizada en honor del poeta mejicano don Lus G. Urbina. Una gran concurrencia llenaba la sala.
   Don Alvaro Melián Lafinur abrió el acto, pronunciando el siguiente discurso de bienvenida [se reproduce el discurso].
   Luego, el Sr. Urbina, después de agradecer la demostración, recitó algunas de sus composiciones, que fueron ovacionadas por la concurrencia.
   Otras composiciones de Urbina fueron finalmente declamadas por el Sr. Fernández Moreno, y con ello terminó la fiesta, que tuvo el ambiente de distinción que correspondía a la personalidad literaria del     agasajado».

CERVANTES le dedica al viaje de su director todo el comienzo del no. 13 (agosto 1917, 1-20) bajo el título de «Nuestro director, Luis G. Urbina, en Buenos Aires»: 

   «Al mismo tiempo que Francisco Villaespesa recorre triunfalmente México, un insigne hijo de esta     República, nuestro otro Director Luis G. Urbina, ha vuelto a Madrid, de donde había salido hace unos meses con dirección a Buenos Aires. Nada queremos poner de nuestra cosecha para describir los homenajes de 
   que ha sido objeto. Nos limitaremos, como recientemente hicimos con Villaespesa, a recoger algunas noticias de los periódicos argentinos».

«Una visita a Luis G. Urbina» lo publicó Félix B. Visillac en la revista Mirian cuando el poeta mexicano llevaba un mes en Buenos Aires. Escribe: 

   «[El poeta] nos contó su llegada y la agradable impresión que le produjo nuestra metrópoli; nos habló del elemento intelectual, que le ha prestado admirativa acogida. Nosotros tuvimos frases de evocación para los poetas mejicanos, cuyos versos viven en nuestro ambiente intelectual; escritores éstos que han despertado en nuestros corazones sentimientos tiernos.
   Urbina viene de Madrid; allí ha residido un tiempo, después de recorrer otras ciudades europeas».

Entre sus obras destaca Visillac:

    «Este poeta ha publicado obras notabilísimas, entre ellas: Puesta de sol, Frente al sol y junto al mar, etc. Sus obras son clásicas; el moderismo no ha empañado su astro, va por su senda inspirándose en los amaneceres otoñales, en los crepúsculos melancólicos, cuando todo se diluye, se funde o se confunde y desaparecen los contornos y surge de los paisajes esa nostalgia enervante que convida a meditar».

El plato fuerte del reportaje de Braud -«Huésped ilustre: el poeta Luis G. Urbina» (agosto 1917)- es una entrevista a Urbina -que el periodista le hace «en su sencillo apartamento de Savoy»- introducida por unas notas bio-bibliográficas. 

Para Urbina la revolución mexicana era necesaria y ha supuesto una «crisis de crecimiento» para el país. Pero afirma:

   «Asegurado el triunfo de la revolución, viene la obra seria y peligrosa de la reconstrucción nacional […] Esto es lo que acaba de hacerse con las reformas constitucionales votadas y la legalización del gobierno revolucionario».

   «Todo el mudo experimenta en México el afán de hacer cosas nuevas. Se escribe, se piensa, se discute; y cuando las imprentas trabajan como hoy lo hacen en mi país, es que la vida crece».

El periodista se interesa por sus opiniones sobre literatura mexicana y argentina:

   «De Méjico, sé decirles que allí se trabaja con profusión. Ven la luz todos los días innumerables revistas literarias, libros de literatura y de filosofía […]
   En la joven literatura hemos visto imponerse a un gran poeta, Enrique González Martínez, a quien vale la pena de conocer. Pertenece a la generación inmediata de la mía, y es tal vez lo más grande y significativo en ella».

   «[A Lugones lo conozco] de la primera a la última letra que publica. Soy su admirador más     fiel y entusiasta. Me asombra su poligrafía admirable y múltiple. Estoy impaciente por verle. Le visitaré pronto, por la misma razón que no iría a Toledo sin visitar la catedral. Para mí, en Buenos Aires, Lugones es eso».

   «Me es también familiar la obra de Larreta, y a su respeto debo decir que en mi reciente estancia en Madrid he visto los escaparates llenos de La gloria de D. Ramiro. Los españoles leen este libro con  un poco de fastidio, pues les molesta que un americano haya podido ir a realizar en España obra descriptiva tan concienzuda, que ellos, pudiendo hacerlo, no habían relaizado».

Y se habla de la salud de Amado Nervo:
   
   «¿Ha visto usted últimamente a Amado Nervo? Nos han dicho que se encuentra enfermo…
   
   – En efecto, no está bien. Vengo de verle en Europa, y aseguro que me ha costado separármele. Amado es de esos hombres de quienes uno no quisiera separarse nunca. Es siempre el mismo fraile laico, que vive en olor de santidad. Su manera habitual es suntuosa, suave. Asomarse en su alma es como hacerlo en un lago tranquilo. Sólo se diferencia ahora, de sus viejos tiempos de boga bulevardera en París, por el abandono de sus barbas y melenas impresionantes. Ahora está enteramente rasurado».

Finalmente contamos con las interesantes opiniones de Urbina sobre la guerra europea:

   «Todos los mejicanos -nos dijo- nacemos con un libro francés bajo el brazo. Yo amo a Francia. Hombres como yo, que viven en el cultivo del arte, no pueden, por otra parte, dejar de ser espiritualmente italianos. En todos los beligerantes hay cosas admirables, y entre todos ellos hay uno adorable: Bélgica.
   
   – Pero, Alemania…
   
   – No hay que confundir a Beethoven con Hindemburg, ni es preciso condenar al Fausto porque un     submarino hunda cuatro barcos
   
   – En su reciente visita a España, ¿qué sentimientos ha podido observar en materia de guerra?
   
   – El subsuelo social, allí como en otras partes, es germanófilo; le seduce el despliegue enorme de energía, e influye en él aquello de que no es de hazaña ir todos contra uno. Las clases medias, la gente que piensa y que estudia, la gente consciente, es partidaria de los aliados. Las clases superiores, dirigentes, políticos, banqueros, hombres de grandes negocios, son lo que las conveniencias en cada caso les aconsejan».


                           ARTÍCULOS

En su última colaboración -«Divagaciones» (marzo 1919)- Urbina ha divagado sobre qué decir cuando hay que escribir para la prensa y se tiene la mente en blanco: «… me ha sucedido con frecuencia sentarme a la mesa de trabajo sin una idea sola». Urbina apuesta por el periodista considerado como «un obrero hábil» y considera que una de sus máximas virtudes es «la oportunidad».
Urbina solía publicar sus artículos de estas fechas en El Heraldo de Cuba, donde mantenía una sección semanal llamada «Semana».

«Cervantes» -su primera colaboración en CERVANTES- se publica fechada el 23 de abril de1916. La fecha puede ser simbólica, por ser la del tercer centenario de la muerte de Cervantes. Urbina recuerda los tiempos en que explicaba la vida y obras de Cervantes a sus discípulos de la Escuela Escuela Nacional Preparatoria de México. Dice: 

   «Hoy, ha variado la situación; hoy, a zancos y barrancos, escribo un artículo de periódico,     en un cuarto de posada, sobre una mesa sin libros; a solas…». 
   
Ese cuarto de posada, ¿no sería el del Hotel Ranzini de Barcelona en el que por entonces se alojaba? No falta la alusión a la guerra: 

   «…en medio de este trastorno universal, de esta lucha de fieras, de este terror que nos     sobrecoge,…».  

«El amor y el deber» (noviembre 1916) es un artículo en torno a la degradación de la institución matrimonial -debido a la proliferación de «uniones morbosas»-, seguramente publicado en El Heraldo de Cuba:

   «El matrimonio, cimiento de la familia, base social, está minado: el vicio, el crimen, la     enfermedad lo socavan y lo debilitan. El libertinaje se disfrazó de amor y entró     
   hipócritamente en la alcoba nupcial».

Las dos causas fudamentales de la situación están para Urbina en que «todos van al matrimonio en busca de la felicidad eterna» y en que otros se acercan a la institución «a pedir hospitalidad para una vida atormentada y dramática que necesita clausura, reposo y olvido». Ambos tipos de unión conducen al fracaso. Para Urbina:

   «No; el matrimonio no es el alcázar de la felicidad que sueña el romanticismo alocado de los     quince años; no es el cuártel de inválidos del hastío cuarentón que cambió el oro de sus     ilusiones en la calderilla de un sensulismo torpe […] 
   El matrimonio es el deber ineludible de amar honradamente para formar una familia […] Es     el sacrificio de nuestros instintos, de nuestras imperfecciones, de nuestras taras y retrasos,     físicos y materiales».

Con motivo de la muerte de José Echegaray [14 de septiembre de 1916] publica el artículo «La última visita. Don José Echegaray» (octubre 1916) en la que narra la visita que Francisco A. de Icaza y Urbina le hicieron al anciano dramaturgo un domingo de agosto de 1916:

   «Uno de los deseos que traje a España fue el de hacer una visita a Echegaray. Este     hombre y este nombre, evocan en mí quién sabe cuántas visiones de lo pasado; reviven,     imaginativamente, mis andanzas de cronista y crítico teatral, mis entusiasmos artísticos,     mis frenéticas admiraciones de muchacho.
   Diez y seis años hace que mi maestro don Justo Sierra, de vuelta, en Méjico, de su viaje a     Europa, me dijo:
   – Don José Echegaray ha leído los artículos de usted. Cree que en Méjico lo comprenden     muy bien; y gusta de que sus obras sean estrenadas aquí».

Echegaray -en su domicilio: un hotelito cerca de la Castellana- parece olvidado de su tarea como dramaturgo y centrado en sus estudios de Física Matemática (lo que más le interesa de la guerra son los adelantos científicos): «He escrito ya diez volúmenes acerca de esta materia; y aún tengo proyectos para otros tantos».

La parte final del artículo está fechada el 16 de septiembre de 1916 y refiere el entierro del dramaturgo fallecido:

   «A las tres de la tarde salgo a la calle. Madrid está de luto. Los balcones tienen cortinas     negras. Las gentes van con rumbo a la Castellana. La curiosidad de la multitud -se siente-     está complicada de pena y asombro. Las vías por donde ha de pasar el cortejo están     henchidas de silencisoo gentío. Apenas puedo llegar al paseo de Recoletos y me detengo     […]     
   El desfile es interminable. Es toda la España legendariamente fastuosa y coruscante.     Suena una marcha funeral. Se oye a lo lejos, de cuando en cuando, un cañonazo. Desde     mi sitio alcanzo a ver en varios edificios la bandera amarilla y roja, a media asta,     aliquebrada y mustia. Hay sol, y llueve un poco.
   Y yo, para mis adentros, mientras pasa el fastuoso ceremonial, a don José, al buen don     José, al viejecito mago y genial que me recibió en la calle de Zurbano, le estoy diciendo las     dulces palabras que le aprendí a uno de los personajes de sus comedias: «Duerme, niño de     los cabellos blancos, que ya están haciéndote tu camita de tierra».

«La muerte en el crimen y la muerte en la ley» (diciembre 1916) es un artículo publicado en agosto de 1915 muy posiblemente en El Heraldo de Cuba. Se trata de un firme alegato en contra de la pena de muerte al hilo de la reciente ejecución en Nueva York de un asesino llamado Becker. Urbina detalla la crueldad de la ejecución en la silla eléctrica:

   «Y sucede que es preciso aplicar dos, tres, cuatro veces la corriente en aquel cuerpo     semiquemado, en el cual la vida se aferra con palpitaciones dolorosas. Diez minutos suele     durar la operación. Se diría que son diez siglos.
   Yo afirmo que este tormento es de los más espantables que se registran en los anales del     sufrimiento humano».

Aprovecha Urbina para expresar sus opiniones sobre la imposible regeneración de algunos criminales, que son de una indudable actualidad:

   «El delincuente nato es incorregible; es un regresivo. Dentro de él, como dentro de una     jaula frágil, dormita una alimaña de la selva, pronta a despertarse y a hincar la garra. La     sociedad debe suprimir de su seno ese peligro. ¿Cómo? De cualquier modo: menos     convirtiéndose en homicida legal». 

En «Impresiones sobre dos poetas» (marzo 1917) evoca las figuras de Rubén Darío -a los cinco días de su muerte- y de Amado Nervo -al rechazar éste una pensión económica del Gobierno español. Son dos colaboraciones que había publicado en su sección «Semana» de El Heraldo de Cuba en febrero de 1916. Cf. Darío. Cf. Nervo.
  NOTAS DE VIAJE

Urbina publica en CERVANTES cinco «notas de viaje» en dos entregas (enero y febrero 1917): «Una página de novela. El suicidio de Felipe Trigo», «El Madrid del género chico. Verbenas y tradiciones», «Mendigos y guitarras», «Una noche toledana» y «Sol de Castilla». Todas ellas fueron luego recogidas en Estampas de viaje [Madrid, Biblioteca Ariel, 1920] y verosímilmente fueron también publicadas en El Heraldo de Cuba, periódico del que era corresponsal. César E. Arroyo, al reseñar este libro, hace hincapié precisamente en los temas de los artículos publicados en CERVANTES:

   «[Evoca] Madrid, este Madrid inenarrable, castizo, alegre, burlón, pícaro, decidor; la     ciudad de las verbenas y de las tradiciones, de los mendigos y de las guitarras, de los toros y     de la farándula; viene después Toledo, la urbe única que, engastada como un diamante en     una roca, duerme su suñeo milenario…; después se despliega, como una visión infinita,     la llanura castellana, ascética y severa, parda y meditativa, tierra de cantos guerreros, de     soñadores y de locos».    

Y también en el del suicidio de Felipe Trigo:

   «Asistimos al desenlace trágico de la vida de novela de un novelista trágico: Felipe Trigo».

Las notas de Toledo son divagaciones evocativas de la ciudad imperial, escritas con «fantaseadora curiosidad» por un paseante atento y enfermo de literatura que da por perderse en sus calles. Urbina tiene párrafos de especial cariño para la iglesia de Santo Tomé y la casa del Greco. Luis León Domínguez -en «Urbina» (febrero 1917)- ejemplifica la tendencia de Urbina hacia lo humilde y su compasión por los débiles con estas palabras:

   «Al visitar Toledo admirará los tesoros artísticos, contemplará extasiado el carácter     histórico de la vieja ciudad, los grandes monumentos, la maravillosa catedral, las calles     legendarias, todo le encanta…; pero su corazón se detiene ante una ventana iluminada en     la noche donde vela trabajando una humilde obrerita, y la imaginación del poeta, en vez de     fantasear sobre el pasado, en vez de componer una leyenda como la de Las tres fechas,     se inclina a contemplar y compadecer aquella vida humilde que se gasta y se consume en tan triste labor».  

«El Madrid del género chico. Verbenas y tradiciones» y «Mendigos y guitarras» son artículos de costumbres populares en los que el autor vuelve a literaturizar la vida: «Estaba yo en pleno género chico de la vida». El interés de Urbina por el pueblo llano de Madrid se corresponde con el de otro mexicano que habitaba entre osotros por esas fechas: Alfonso Reyes, autor de unos Cartones de Madrid que tienen parentesco con las notas del «viejecito». «Una página de novela. El suicidio de Felipe Trigo» es una crónica muy viva y directa del hecho y tiene un gran valor documental. Cf. Trigo.


               CUENTOS

«Juguetes y tristezas» (septiembre 1916) contiene «un cuento de Navidad» fechado en La Habana el 24 de diciembre [de 1915]. Una vez más, Urbina evoca su infancia triste -«recuerdo haber sido, en un remotísimo pasado, un chiquillo sin juguetes y sin caricias maternales»- y el proyecto juvenil de «escribir poesía impersonal y realista». El proyectado poema es el cuento: la historia de una prostituta que es feliz al poderle regalar un juguete a su hijo el día de Navidad.

«El primer beso» (septiembre 1917) es una breve página emotiva de una fuerte impresión infantil, la de un beso que le propinó «una viejecita de nieve, encorbada y temblona» en una iglesia:

   «Jamás en mi niñez solitaria y huraña, en mis ocho años de candidez meditativa se había     pasado así una mano con tan blanda finura sobre mi rostro. No recordaba haber sido     arrullado con la canción maternal, ni había sentido el aleteo de los ósculos entre los labios     que entreabrió el primer suspiro del ensueño».

La prosa de Urbina es sentimental y se basa en la evocación y el recuerdo amoroso del pasado, en especial de la infancia.


               RESEÑAS

Urbina empieza su colabooración como reseñista ya en el no. 1 (agosto 1916), cuando comenta el poemario La vida intacta (1904-1913), de su compatriota y diplomático de la Legación de México Eduardo Colín (1880-1945). Urbina acababa de llegar a Madrid y debió de encontrarlo en la Legación. Cf. Colín. De este libro se publica acto seguido el poema «Su amor», que Colín le dedica a Urbina.  

En octubre de 1916 reseña un par de libros de compatriotas suyos. El primero es Lo que miro y lo que siento de Luis Castillo Ledón [Madrid, 1916]. Dice:

   «Poeta mejicano es el autor de esta colección de versos. Como el señor Castillo Ledón     confiesa en la dedicatoria a D. Isidro Fabela, trátase de ensayos juveniles que ahora el     autor recoge y selecciona, urgido cariñosamente por la voz insinuante de la amistad.
   El libro se lee con agrado, y en él se necuentran apreciables bellezas, no comunes     facultades imaginativas, y, en particular, una ternura muy fina, un romántico sentimiento     de la vida, que es el atractivo mayor de este pequeño volumen».

De La tristeza del amo de Isidro Fabela [Madrid, 1916] leemos:

   «Es este libro una colección de cuentos regionales, llenos de aromas campestres y de     melancolías provincianas. La vida de la hacienda mejicana está retratada, con mucha     fidelidad, por un observador sensitivo, que sabe ver las cosas a través del prisma irisado y     claro de la ternura».

Destaca Urbina en este libro la «tentativa de literatura vernácula, que busca y que comienza a hallar, en cada país hispano-americano, la variedad dentro de la unidad de la raza y del idioma»

En un nuevo bloque de «Bibliografía» (noviembre 1916) trata Urbina de varios libros de temas y procedencias diversas. Tres son de escritores venezolanos. En El libertador juzgado por los miopes (Caracas, Imprenta Nacional), el «político y periodista» e «historiógrafo hispanoamericano» Laureano Vallenilla Lanz demuestra definitivamente «que en el ánimo del Libertador jamás predominaron ambiciones monárquicas» y que el «proyecto de Imperio de los Andes no fue otra cosa que una ficción de los enemigos». En El estudio del castellano (Caracas, Tipografía Americana) del «doctor Jesús Semprún, joven mentalidad venezolana que se distingue en la última generación de intelectuales de aquella república por sus ya sólidos conocimientos literarios y científicos», Urbina censura:

   «Entre otros [galimatías] (citemos nada más), asienta que en España permanecemos en la     luna con respecto a lo que pasa en América, y que por ese motivo, o mejor dicho, por ese     alejamiento los americanos han tenido que ir por cultura a Francia… Y a renglón seguido     habla del «imperialismo español en América». De suerte, pues, que un país que impera     sobre otro país permanece en la luna… ¡Cómo se empastelan los hombres de talento!».

Luis G. Urbina era, sin duda, un hombre de ideas progresistas pero también un gran amante de España y un defensor de la labor de la «Madre Patria» en tierras americanas y promotor de la vuelta de los países americanos a la cultura española desde la francesa. Así hemos visto que se manifiesta en esta crítica a Jesús Semprún. Y así también afirma de los Discursos (Caracas) del también venezolano Andrés de la Rosa que «contienen muchos pensamientos avanzados y muchos períodos de prosa sonante y límpida». De la Rosa es poeta -«Su libro Carnes y porcelanas, prologado por R. Blanco Fombona, no fue un buen éxito; pero reveló al apolónida de hoy»- y hace el milagro de que «cultiva muy bien la poesía y la prosa». La función social del arte no es para Urbina ajena a la belleza.

También reseña dos libros de poesía: Emoción, editado en Montevideo por el bisoño E. Montiel Ballesteros, del que dice que «no es todavía un poeta; es, valga el capricho de la frase, un joven portalira». Y Resurrección (La Habana, 1916) «primoroso y nutrido volumen» del cubano Federico Uhrbach, poeta «muy conocido» en América y que «desde hace años se consagra al culto del verso exquisito». De la poesía cubana en general afirma Urbina:

   «La poesía cubana muestra dos caracteres esenciales que la distinguen entre las otras: es     muy emotiva y está llena de color». 

Y de la de Uhrbach:

   «Su poesía, un tanto enfermiza, incurablemente dolorosa, impregnada de melancólica     ternura, y sumida frecuentemente en nieblas, produce una impresión de voluptuosidad     criolla, una inquietante emoción como de pereza y renunciamiento espirituales».

De la literatura de su país destaca Urbina el libro de Marcelino Dávalos, Carne de cañón (Méjico, 1916), conjunto de «cuentos regionales» llenos de compasión y piedad «por las gentes de su tierra, que viven, oprimidas y angustiadas, en el fondo de la vida social». Destaca el verismo del estilo del autor: «…reproduce, frecuentemente, en el diálogo, palabras, modismos y giros populares..». Finalmente, comenta el libro de Pedro Henríquez Ureña: El nacimiento de Dionysos (Nueva York, 1916), que elogia. Cf. Henríquez Ureña.


               SOBRE URBINA

Alfonso Camín publica una salutación a «Luis G. Urbina» (enero 1917) con motivo de su venida a España. El texto está fechado en Madrid en octubre de 1916, de modo que cuando CERVANTES lo publica ha perdido buena parte de su interés. Empieza Camín lamentando el desconocimiento de Urbina entre «gran parte de la juventud intelectual española», que verá en él a «… uno de tantos mozos que, en los primeros ensayos líricos, llegan a España cargados de ilusiones,…». Nada más lejos de la realidad:

   «Urbina es uno de los poetas más altos y delicados de la América Latina. Pocos como él,     durante estos últimos veinte años, han gozado de un prestigio sin mácula, arrastrando tras     de sí a una juventud intelectual. Toda una escuela que tiende a diamantizar el idioma y a     quintaesenciar el espíritu […]
   Ha llegado a España hace unos meses como redactor del importante periódico Heraldo de     Cuba, que se edita en la capital de aquella isla, donde se refugió al estallar la revolución de     Méjico, cuna del poeta».

Tras dar breve cuenta de sus actividades anteriores, Camín copia un poema entonces inédito del Glosario de la vida vulgar [Madrid, Pueyo, 1916]: «Mariposa de harapos, ¿en qué flores». Pero por lo tardío de la publicación del artículo, el anunciado poemario ya había sido publicado en noviembre. Cf. Camín.

Luis León Domínguez -autor de «Urbina» (febrero 1917)- era amigo del mexicano que le dedica el poema «Junto a la fuente de un barrio» -de El glosario de la vida vulgar [1916]; fechado en Madrid, a 26 de octubre de 1916. En Urbina ve un alma buena, atenta a las cosas humildes y compasivo ante las desgracias. Cf. León Domínguez. Conoció de nombre a Urbina fue en la tertulia de Villaespesa:

   «Hace poco más de un año conocí a  a Luis G. Urbina.
   Fue en casa de Villaespesa, en aquellas inolvidables veladas en que el gran poeta del     Alcázar de las perlas nos daba a conocer los admirables versos de El halconero y     los     sonetos al Generalife.
   Un cultísimo artista, Alfredo Gómez de la Vega, habló del viejecito -como llamaba     cariñosamente al inmenso poeta mejicano- y recitó por primera vez «La elegía de mis     manos», «Vieja lágrima» y «Más allá de la melancolía» […]
   Desde aquel momento -mucho antes de conocerle personalmentrte- fui no sólo un     admirador del poeta mejicano, sino un amigo, un hermano». 

César E. Arroyo le dedica al «viejecito» una semblanza en su serie de «Modernos poetas mexicanos» (julio 1918) que hemos usado con amplitud en la redacción de esta ficha. Arroyo solía usar las opiniones de Urbina sobre otros poetas mexicanos en las emblanzas de su serie. Por ejemplo, en la que le dedica a José Juan Tablada (marzo 1919) recoge unas palabras suyas de 1902:

   «Después de Rubén Darío y Manuel Gutiérrez Nájera, ha sido José Juan Tablada el     propagandista más avanzado de la actual estética francesa. Este literato es japonófilo por     inclinación; se sintió desde el principio de su carrera, hermano menor de los Goncourt, y     ellos le llenaron de amor por las crisantemas y de veneración por las flores de lis. De sus     autores favoritos, de sus estudios y de sus lecturas, no ha tomado sino aquéllo que     convenía a su temperamento y a la segura formación de su personalisdad. Claro es que en     la poesía de Tablada se siente la caricia de Baudelaire; se oye la voz unciosa de Verlaine;     se ven pasar las sombras de los Poetas Malditos; pero el cantor de Florilegio hace     creaciones de sus reminiscencias, y en todas partes halla su sinceridad y su estilo».

Emilio Colín escribe «Prestigios de América. Nuevo juicio crítico sobre Urbina» (octubre 1919) en Bogotá en julio de 1919. Consiste en una semblanza efusiva y encomiástica de la figura y la poesía de Luis G. Urbina, en el que destaca la unión entre vida y obra, ambas marcadas por el anhelo, el sueño y la ilusión:

   «Y hasta en sus momentos de tedio, de pena desolada, de honda amargura, lista tiene     siempre la aeronave del Sueño, está siempre imantado hacia la réverie mansa y enternecida,     siempre lleva el amuleto de la fe».

De su poesía, de la que da algunos ejemplos fragmentarios y que nos dice de «los modos y la suerte comunes del término medio de la humanidad delicada e inteligente», explica:

   «Ese es el fondo de su poesía: los tópicos, los sentimientos constantes y cardinales de la     existencia».

En general, Colín trata a Urbina como a un maestro de ilusión más que como a un frío literato. El mejor homenaje que podría hacérsele, por tanto, sería:

   «Que una mujer de nuestra América, que una joven de nuestra raza, por algún atardecer     melancólico, o bajo un plenilunio tropical, en instantes callados y en una hora oportuna del     corazón, digan y amen entrañable y ilusionadamente su Poesía».


               LIBROS DE URBINA

César E. Arroyo reseña Estampas de viaje (España en los días de la guerra) [Madrid, Biblioteca Ariel, no. 1, 1920] (abril 1920). En «Del momento literario. Letras americanas (Libros últimamente publicados y recibidos)». Se trata del primer volumen de la «Biblioteca Ariel», creada por la propia revista CERVANTES : 

   «Conoce ya el público nuestro propósito de completar la labor cultural que viene                 realizando     la revista hispanoamericana CERVANTES, con la fundación de la Biblioteca             Ariel, que publicará obras de escritores de lengua española pertenecientes a las nuevas     
   generaciones intelectuales, y de aquellos otros de ilustre historia que más contacto             guarden con la juventud.
   Este empeño nuestro ha comenzado a tener cumplida realización con un éxito que ha             superado a nuestras esperanzas. 
   Y no podía ser de otra manera, ya que como para consagrar la iniciación de nuestra                 empresa habíamos tenido la fortuna de que un autor ilustre, uno de los más grandes             maestros de América, nos prestara su generoso apoyo haciéndonos el don principesco de         un original precioso».