José Iribarne

Artes plásticas. "El movimiento artístico en el País Vasco". Mayo 1919, 120-126. "Bilbao, 4-1919". "El movimiento artístico en el País Vasco", "El paisajista Enrique Vera", "Los nuevos paisajes de Cabanas Oteiza".
Artes plásticas. "El movimiento artístico en el País Vasco". Agosto, 91-99. "Bilbao junio 1919". "El paisajista García Lesmes, en el Ateneo". "Una litografía de Arteta". "Un dibujante ultraísta".
Panoramas de Bilbao. LA Gran Vía. Septiembre 1919. 137-141. "Bilbao, agosto 1919".
"En el Majestic-Hall de Bilbao. El pintor Julio Romero de Torres". marzo 1920, 95-102. "Bilbao, noviembre 1919".
Sin firma. Una conferencia. Enero 1919, 129-132.

José Rivas Panedas. «Anales literarios». Protesto en nombre del ULTRA, septiembre 1919, 42-48.

https://javierbarreiro.wordpress.com/2018/07/17/jose-iribarne-zaratustra-verdadero-autor-de-los-hampones-de-la-literatura-y-artista/
Pese a su apellido vasco y haber vivido en Bilbao, Cansinos Assens apunta que José Iribarne –Zaratustra en sus memorias- era «de la tierra de Villaespesa», es decir, almeriense. Hijo de un crápula, que fundió su capital, hubo de trabajar como cajista de imprenta. Durante un tiempo y junto a Joaquín López Barbadillo, que después sería redactor de El Imparcial, trabajó para el jerezano Manuel Escalante, otro editor y libelista que explotaba a ambos. De su actividad como escritor en su primera época sólo conocemos el citado libelo, Los hampones de la literatura, y un folleto de 16 páginas, sin fecha pero de la primera década del siglo XX, con el título ¿La herencia del negro o la herencia del blanco? (sobre un litigio), que hace referencia a un tema omnipresente en la prensa de entresiglos y cuyo más cabal ejemplo es el galdosiano Electra: la apropiación con malas artes de una herencia, por parte de los padres Escolapios, sólo que en esta ocasión el autor defiende la inocencia de la orden.

Por su parte, Cansinos asegura que, además de frecuentar las tertulias de El Colonial y El Universal, acudía a la de La Montaña, donde se imponía a todos por su mordacidad y su franqueza insobornables. Después, cambió los cafés por los tupinambas de las cercanías de Antón Martín, más baratos y que acababan de aparecer. Segundo de Pujana, con el que tuvo relación amistosa, lo llamaba “Príncipe de la ironía”. En cambio, Iribarne escuchaba a éste con conmiseración y, de pronto, estallaba en una carcajada que dejaba perplejo al bohemio. Se reía de un modo falso, como atacado por la tosferina. Cansinos, que le dispensó siempre gran amistad, lo admiraba, quizá, por decir en público, con una gravedad hierática y tajante, aquello a lo que él no se atrevía. El bohemio sólo admiraba a su hermano Paco, que no tenía nada de admirable y escribía en El intransigente de Lerroux.

Iribarne era de los muy escasos contertulios de Valle-Inclán que no se extasiaba ante el gran estilista gallego, a quien identificaba con un mendigo de sus propios cuentos, ni tampoco ante Azorín. A Baroja lo consideraba, con bastante razón, un anarquista de pega, un falso Gorki. Tampoco los literatos emergentes se salvaban de sus dicterios. A Julio Camba le decía que era un pequeño miserable y, a su querido hermano Paco, un pequeño pobre hombre. Hacia 1912, dio por frecuentar junto al maestro Diego San José el teatro Noviciado, tildado de “barraca” por Cansinos, que a veces los acompañaba, todos ellos atraídos por los engendros que “hacían reír por su insulsez y procacidad”.

Con barba y grandes bigotes rubios, tenía unos modales rudos, proletarios y francos y le cantaba las verdades, con acritud, al lucero del alba. En cambio, la mujer con la que vivía, Obdulia, conseguía sacarlo del café tan sólo con una seña. Rubia y de ojos azules pero poco agraciada, “prematuramente, envejecida por los partos, mal vestida y sucia”, admiraba, sin embargo, con unción a su amante. Vivían en un cuchitril de la calle Tres Peces, “de lo peor que hay”, entre la plaza de Lavapiés y la calle de Atocha, donde el escrupuloso Cansinos rehusaba las patatas soufflé de Obdulia, que encantaban a otros cofrades de la pobretería. Iribarne cambiaba continuamente de aspecto cortándose la barba y/o el pelo. Los bohemios lo buscaban pues, aunque en absoluto le sobraba, manejaba más dinero que ellos y, frecuentemente, los invitaba.

No sabemos dónde obtenía el monto que manejaba, pues su nombre apenas aparece en algún lugar[15] y, como ilustrador de libros, sólo hemos localizado su firma en una novela corta editada el 20 de febrero de 1913 con el número 5 en El Cuento Decenal. El autor de la misma, que firma con el seudónimo de “El Caballero de la Noche”, es uno de los más desconocidos, pintorescos y descabalados componentes de la bohemia madrileña, el ya mentado Segundo Uriarte de Pujana[16], y el título de su novelita, Norma. Iribarne era, sobre todo, caricaturista y, a veces, ilustraba las hojas que él mismo redactaba con seudónimos como “El terrible Pérez”, “Chiquiznaque”, “Peláez, crítico”, “Toribio saca la lengua[17]”… Incluso incluía su propia caricatura “en paños menores, con hongo y los pies descalzos con los dedos engarabitados y llenos de juanetes”[18]. En septiembre de 1910 varias publicaciones anunciaban que partía hacia las provincias del norte, para impartir una serie de conferencias sobre “La Pintura y la Caricatura en España” e intentar exponer su obra.

Esta debió de ser una de sus principales fuentes de ingreso, pues hay noticias de que pronuncia esta misma conferencia en Zamora en julio de 1913, mientras que el 22 de marzo de 1918 El Eco Toledano da cuenta de que ha llegado a la ciudad imperial “el prestigioso crítico de arte de El Pueblo Vasco” para impartir una conferencia sobre “Historia de la caricatura”, lo que da cuenta de que había conseguido esa colaboración en el diario bilbaíno, ya que la pareja Pepe-Obdulia se trasladó a la capital vasca a finales de la segunda década del siglo XX. Allí, en la Imprenta de la Viuda e Hijos de V. Hernández, editó en 1922 su primer libro, El arquitecto Pedro Guimón y las modernas orientaciones pictóricas en el país vasco, ilustrado por el mismo autor[20]. Únicamente tenemos algunos datos sueltos de su actividad durante la dictadura primorriverista. Tal vez estuvo temporalmente exiliado. A finales de 1927 publicó en Bayona dos números de una revista con el título de Tierra Vasca. También fue redactor y después ejerció la dirección de La Prensa, un diario en decadencia que desapareció en 1931.

un libro muy interesante que se publicó en 1934 y que se titula Las dos oligarquías capitalistas que devoran España. El concierto económico de las Vascongadas y la autonomía de Cataluña de un buen periodista de la época llamado José Iribarne, muy amigo de Rafael Cansinos y de los miembros de la bohemia de principios del siglo XX. El prólogo lo escribió Eduardo Barriobero. ¡Qué diferencia de tratamiento de la cuestión! ¡Que conocimiento de la historia y que valor al escribir!

Lugones: «…tanto como hermano, roto ya definitivamente el ciclo de la gracia andaluza José Iribarne, el crítico de arte tan temido en El Imparcial y Política, evacuado en un pueblecito de la provincia de Almería (Pechina), enfermo, pobre, lanzando anatemas contra nacionalistas y rojos que lo sacaron de su…»

Iribarne es una de los dos voces contra el nacionalismo. Está el amor a Cataluña, de don Ernesto. La comprendo, pero mis gustos en la cama son distintos. Luego está la que dice, desde el principio de los tiempos, que el nacionalismo es racismo y mentiras. Iribarne.

Iribarne es lo que ahora se echa en falta. La nación de los ciudadanos sin complejos. Iribarne le va a explicar, por ejemplo, a Rubalcaba lo que es el federalismo. Y lo que es mejor: a través del fragmento de un gran discurso parlamentario de Alcalá Zamora, en 1918, a propósito de la discusión sobre el Estatuto catalán que el señor Francisco Cambó (el único gran político franquista que tiene calles, plazas y honores en Cataluña) llevó a las Cortes:

«En una solución federalista, el Poder central se crea, se asienta, sobre la suma de soberanías parciales; en una solución autonomista, el Poder regional o colonial se desprende como una resta, como una desmembración parcial del único Poder que existía. Pero a esta distinta concepción teórica, corresponde una diferencia práctica importantísima. Toda solución federal es un proceso de aproximación, y por ello, aun cuando la unidad esté lejana, su solo germen alienta y fortalece; todo proceso de autonomía es, por el contrario, de apartamiento, y aun cuando sea leve, la desviación inicial alarma el sentido que ella lleva.»

Alarma el sentido que ella lleva. Oh.

Sí seguimos nosotros el consejo del gran Costa, que reforzabais vosotros, y le dimos las tres vueltas de llave al sepulcro del Cid; pero hemos visto con asombro que, al mismo tiempo, algunos exaltados de los vuestros abrían la tumba de Jaime I, de aquel gran rey que lejos de batallar después de muerto, se aquietó en vida con el rey de Castilla ante las tierras de Murcia, comprendiendo que todo era y todo había de ser, en definitiva, esfuerzo y propósito, interés y patrimonio común; y vemos exaltados del otro lado que le dicen: «Sombra gloriosa, resucita otra vez, desembarca en Mallorca otra vez, recorre la huerta de Valencia; pero no para luchar con musulmanes, sino para discutir con españoles; no para rehacer la nacionalidad rota, sino para acabar con la unidad que en tus gloriosos tiempos se preparase». Y de este modo, entre audacias y mansedumbres, entre atrevimientos y resignaciones, se llegó a la creencia, con apariencias de fundamento, pero engañosa, de que sólo había sentimientos en unas comarcas, y que no había más que la frialdad del Estado en otras. Era esto al intentar una lucha el vencimiento interno anticipado; irremediable, de aquellos en que hubiese muerto el sentimiento