Victoria de Malinowska (1890-¿?),

Victoria de Malinowska. Pequeñas pescadoras de Ondarroa. 1918. Óleo/tela, 94,5 x 75 cm. Museo San Telmo. San Sebastián.

Joven pintora rusa de origen polaco, Victoria de Malinowska (1890-¿?), otra de las artistas que, como Sonia Delaunay y Wanda Pankiewicz, llegaron a España desde París huyendo del conflicto mundial. José Francés trazó su recorrido español refiriendo su presencia en más de diez exposiciones celebradas entre 1918 y 1926 en Madrid, Barcelona, Bilbao y San Sebastián, lugar este último donde estuvo vinculada a la Asociación de Artistas Vascos y a los hermanos Zubiaurre. A lo largo de esta trayectoria, Malinowska recibió críticas positivas y otras menos halagadoras. Entre las últimas, cuando expuso en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en junio de 1918, se le achacó un abuso de lo naif que hacía que sus obras parecieran de principiantes. A José Francés, por el contrario, le agradaron su ingenuidad y su sencillez juvenil, tras las cuales encontraba grandes dotes en el dibujo y la composición, y un armonioso y apasionado colorido, sobre todo en sus paisajes, género donde la artista se mostraba más libre y personal. Más extensamente, en el artículo que escribió tras exponer en los patios del Ministerio de Estado (1920) más de doscientas obras entre retratos, paisajes y bodegones, José Francés encontraba en la autora resabios del impresionismo francés, como ella misma había reconocido en una entrevista concedida a la revista Voluntad, donde decía ser heredera de Renoir, Monet y Sisley, y sentirse “muy moderna, sin llegar […] al ultramodernismo”. En opinión de José Francés:

“Ante todo resaltaba en la Exposición de Victoria de Malinowska su optimismo cromático, el amor a las gamas claras, el feliz instinto decorativo. Y el buen gusto […]. Así sus cuadros causan alegre sensación de brillantez y diafanidad, brotada tanto de los temas pictóricos como de esa aguda sensibilidad, con que la señorita Malinowska comprende e interpreta el color.Y a veces, cuando es preciso, da también el resultado de una pintura enérgica firmemente constructivista, como en los retratos del músico Bretón, por ejemplo. Retratos femeninos (fig. 2) e infantiles tenía muchos deliciosos, y sus notas de flores, sus paisajes del Norte y de la sierra madrileña causaban en el espectador ese deleite intelectual y sensitivo que es una de las características de la pintura moderna”